26 de noviembre de 2008

En la trinchera

Estuve en la feria del libro del tontódromo el otro día, y me compré un par de ejemplares. Uno de ellos se titula así: "IBM y el Holocausto".

Otro de esos disparates de antaño que ignoramos a día de hoy (plural mayestático -siempre-) es que IBM tuvo mucho que ver con la muerte de 6 millones de judíos. Cuando empezó en Alemania, IBM se dedicaba a realizar censos, que fueron adquiridos por el partido nazi y que sirvieron para identificar a los semitas, tanto alemanes como luego polacos, franceces, etc.
En la época de las tarjetas perforadas, éstas fueron muy útiles para llevar el control de deportados a los campos de concentración, el orden de ejecución, y si me apuráis en qué utensilio (carteras de piel, velas o jabones) fueron convertidos después.
De hecho, IBM proporcionaba todas las computadoras y tarjetas perforadas al régimen nazi, y había una en cada municipio, o ayuntamiento. Proporcionaba quiere decir "vendía", así como el servicio técnico que incluía revisiones mensuales, que eran realizadas por operarios cualificados de IBM.

Si es que no se salva nadie, joder. Seguro que si hurgamos en el pasado de gominolas Haribo (la de los ositos de goma), danone o tampax, encontramos cubos y cubos de mierda en su pasado.



PD: Por otra parte, he descubierto el origen de la superstición de dar fuego a más de dos personas con un zippo.

En un libro de Psicología sobre el condicionamiento operante hablaban sobre las "respuestas supersticiosas", que es cuando por casualidad se recibe una recompensa justo después de una conducta no relacionada, y el individuo repite esa conducta en espera de una nueva recompensa.

Con un ejemplo de palomas se entiende mejor, como casi siempre (también valen ratas, monos o repartidores del telepizza).
Metieron palomas en jaulas, palomas hambrientas a más no poder. Cada 15 segundos se abría un cajón con alpiste, que se volvía a cerrar pasados un par de segundos. Al meter las palomas en los cubículos observaron su comportamiento. Las palomas palomeaban, miraban, escarbaban, picoteaban, etc. de manera que a cada una le pilló haciendo una palomada en el momento en que salió el cajón de alpiste, sobre el que se abalanzaron.
Tras el par de segundos, el cajón se volvió a cerrar, y ¿qué ocurrió? A continuación todas las palomas se pusieron a repetir contínuamente la palomada que estaban haciendo en el momento en que se abrió el cajón.

Y los hombres, como las palomas (ratas, monos o repartidores de telepizza), también imitan este comportamiento.

En la Primera Guerra Mundial, cuando ya hubo cerillas para todos en las trincheras, se corrió la voz de que si te encendías un cigarro y le dabas fuego a tu compañero, no ocurría nada, pues el enemigo prácticamente no tenía tiempo de ver la luz producida por la cerilla y apuntar. Pero si le dabas fuego a un tercer soldado, el tiempo ya si era suficiente, y podría ocurrir que éste último muriera atravesado por una bala enemiga.

En este caso, la respuesta supersticiosa es de inhibición de un acto, pero tiene un mecanismo similar a de las palomas. Y lo curioso es que se ha transmitido (precisamente debido a esa inhibición, creo yo) a lo largo de los años hasta convertirse en una superstición cotidiana.

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