¿No os ha pasado a veces, que no tenéis ningún problema grave, y de pronto os dais cuenta de que lo necesitáis?.
En esa situación me encuentro ahora, o mejor quizás debería decir que la acabo de pasar.
Siempre he tenido problemas, de los cuales he hecho un mundo. A veces eran más serios, a veces menos, pero siempre me han creado una angustia existencial que considero más que valiosa. Esa angustia es la que me define.
Yo creo, creo cosas, hago realidades partiendo de la nada, de un papel en blanco. Necesito hacerlo. El problema viene cuando no encuentro esa necesidad por ninguna parte. Y eso me pasa cuando no tengo problemas.
En el momento en el que sé que estoy haciendo algo mal, creándome un dilema, sintiendo una piedra en la boca de mi estómago, entonces consigo liberar esa tensión construyendo algo bonito. Algo que a mí me parece bonito.
Pero si no siento esa presión, ese dolor, entonces no tengo necesidades creativas. Vale, diréis, pues entonces, lo único que tienes que hacer es ser feliz y no ser creativo. Error.
Para mí la felicidad es quitarme esa piedra de encima, es el momento en el que te liberas del peso, y eso únicamente se logra teniendo un peso que quitar.
Así que cuando debiera estar contento y ser feliz, es cuando no puedo serlo, porque no soy creativo, y de hecho no soy yo (o al menos, no ese yo que conocéis). Me vuelvo huraño, no tengo ganas de salir ni de ver a nadie, no necesito hablar con la gente, ni con mi novia, sólo quiero quedarme tranquilo, esperando a que lleguen los problemas que traerán consigo un agudo dolor, seguidos de una relajación gratificante.
Desgraciadamente, he pasado por una etapa de ausencia de tensión demasiado larga. He perdido un poco el norte, y las ideas que hacían de mi vida "dolorosa" una vida gratificante. Me he acomodado en la apatía. Y ahora me cuesta un gran esfuerzo recuperarme (entiéndase: volver a tener problemas, y mantener el tipo, ocultarlos, tapar esos problemas con creatividad, dar a mi gente lo que espera de mí: conversaciones elevadas, trazos de artista, momentos de gloria y de estar hundido en el lodo -la vida en sí-).
Sólo puedo (de momento) pedir disculpas. Prometer vagamente que volveré a ser quién era no es digno de mí. Lo intentaré, vive Dios. Lo intentaré, trataré de encontrar esa angustia existencial. Aunque no sé si estoy totalmente en lo cierto, ni si habéis notado esto de que os hablo, si hasta es posible que esté completamente equivocado... en cualquier caso es lo que respiro, lo que veo y lo que toco.
Y además, hay una realidad inequívoca (puede no serlo, quizás sí que estoy equivocado.
Tengo que hacer alguna reflexión un día sobre realidades). Algo intrínseco al ser y a la naturaleza. Hay una verdad, un arjé: Estamos por y para los demás. No nos pertenece la decisión de entregarnos a ellos. Es la sociedad, y la sociedad es nuestra madre. No existimos sin ella, y debemos entregarle lo que nos pida. A mí me pide que sufra, que me mantenga en tensión, y que no descuide mis conocimientos, ni mis ataques de creatividad. Voy a intentar pagar esa deuda.
Saludos, amigos.
P.D.: No me malinterpretéis, que necesite sufrir no quiere decir que no sea feliz... Paso por una época en la que tengo el alma agitada, eso es todo. Quizás soy feliz a ratos, y sólo me ocurre que echo de menos otro tipo de placeres.
Un abrazo.